jueves, 23 de abril de 2015

Todo en un día.

Creo que un ser humano normal pasa por múltiples emociones en un día, el problema es cuando el sentimiento es como si estuvieras dentro de una montaña rusa que no termina.

En menos de 24 horas he pasado de lo confuso a lo claro, de la desilusión a la esperanza y de la negación a la aceptación, con intervalos de enojo y risa, de miedo a la valentía.

Todo aunado a la certeza de que la vida es un cambio constante, pero, ¿qué pasa cuando eres una persona que se niega al cambio?, y no es solo la negación por fastidiar, sino por un sentimiento de constante pérdida de un nicho que se creyó haber encontrado.

Es como cuando tenemos esos zapatos cómodos que nos ponemos los fines de semana como una representación de lo que nos mantiene tranquilos, y de pronto, nos vemos forzados a cambiarlos por desgaste, por que ya no nos quedan o simplemente por que alguien muy cercano nos ha regalado otro par para vernos actualizados.

Se que es una comparación absurda, pero lo absurdo también forma parte de nuestra cotidianidad; en este momento me siento cómoda en el lugar en el que estoy, sí, tengo los problemas económicos que la mayor parte del país tiene, tal vez en un rango algo más alto, pero al mismo tiempo me siento cómoda, la gente que he conocido y me ha dado la mano, la siento tan importante y tan cercana como si nos conociéramos desde hace mucho tiempo.

Y ahora que el cambio ha surgido como única opción, es algo que internamente me duele, me enoja y me lastima, ¿por qué? te podrás preguntar; bueno, por que un cambio es en sí la sustitución de lo que se tiene por otra cosa o situación diferente, en este caso, yo no lo considero cambio, sino un retroceso a mi punto de partida.

Es por eso mi ánimo deslavado, el hecho de volver al mismo punto inicial con una promesa que se ha repetido un sinnúmero de veces es lo que me genera rechazo...

En este punto creo que el cambio en sí no me es molesto, sino el hecho de regresar a lo ya conocido, es como, después de tener esos zapatos cómodos y probar con otros zapatos más bonitos pero igual de cómodos, regresar a los primeros...sí, el retroceso es la inconformidad.

En fin, me aferro a la idea de que algo bueno vaya a salir, de que la gente que he conocido no se va a perder en el limbo como ha pasado con mucha gente y sobretodo, me urge bajar de esa montaña rusa tan incierta, tan mareadora y vomitiva en la que estoy desde anoche.

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